jueves, 1 de agosto de 2013

Limbo

Despierta...
y lo único que encuentra es un techo grisáceo y frío, oscuro en el instante en el que sus ojos logran enfocar. "¿Dónde estoy...?". Le duele la mandíbula. Intenta llevar las manos a la boca pero algo se las oprime contra la superficie metálica en la que se encuentra tumbada. Al mover la pierna izquierda oye su propio gemido ahogado. Algo atraviesa su pie. Mueve la cabeza en respuesta al lacerante dolor y encuentra a su izquierda, sobre una mesita parecida a la que usan los médicos en las cirugías, un martillo y un clavo de unos tres milímetros de grosor. Desvía la vista y unas lágrimas calientes comienzan a resbalar por sus rojizas mejillas. El dolor es insoportable. La piel de las muñecas está gastada y se empieza a separar. Las cuerdas hacen el efecto de raspar con una lija la carne viva. Descubre una fina linea de luz segmentada. Sobre la mesita hay un tragaluz con rejas de prisión. De las mismas rejas cuelgan dos cuerdas y entre ellas, en la pared, una gran superficie está cubierta de sangre. Prefiere no mirar, no sentir; quiere morir. Intenta cambiar de posición pero el pie le manda un aviso de dolor. Lo ignora. Se revuelve con más fuerza y oye un ligero "clac". El pie comienza a escocerle. Suspendida sobre su pie hay una pequeña bolsa de la que cae un hilo de sal. Más lágrimas. Nunca ha sentido tanta desolación. Empieza a plantearse su muerte, el hecho de que alguien está jugando con ella. Algo se arrastra por el piso superior. Se le corta la respiración. Silencio. Intenta gritar pero no puede. Pasos. Algo pesado se arrastra detrás de ellos. Su corazón late desbocado. Una jaqueca inoportuna empieza a taladrarle la cabeza. Los músculos no responden a su orden. Paralizada, intenta gritar, quedando ahogado por el trapo que le cubre la boca. El dolor se hace más insoportable. Ha dejado de caer sal. A su derecha hay otro cuerpo, un cuerpo de hombre. La cabeza, desprendida de los hombros, mira en su dirección. Reconoce la cara pero que no quiere aceptar la realidad. Empieza a sentir un dolor fortísimo en su pecho y aún más en su cabeza. Sigue llorando. Cierra los ojos y se intenta mover de nuevo, escapar, huir de ese sufrimiento, abrazar a su madre y contarle la pesadilla. Pesadilla. Intenta despertar de un sueño que no es sueño. Algo frío le roza el pie. Una descarga de adrenalina le devuelve el raciocinio por un segundo. Intenta levantar la cabeza pero no puede. Vuelve a mirar a la izquierda. Ni clavo ni martillo. La bilis escala por su garganta, le quema. Vomitaría si tuviese el estómago como para hacerlo. Un nudo le aprieta la garganta, la saliva se le escapa por la comisura de los labios. Está a punto de entrar en shock. Un poco de presión en el brazo izquierdo y frío dentro de su cuerpo. Vuelve a la realidad. Una jeringuilla descansa al lado de su brazo. Siente una ligera punzada en el pie. Un golpe seco,presión, dolor y el sonido de metal contra metal. El dolor quiere escapar con un grito que nuevamente queda ahogado en el pañuelo. Intenta escapar, se mueve, su cuerpo empieza a lanzar frenéticas descargas, como si pudiera golpear al hombre. Una mano fría le atenaza el pie. "Dolerá más", es una voz fría, suave, serena, mansa. Otro golpe seco. El clavo se hunde más. Ella bizquea y él suelta un suspiro. Su frente se inunda de sudor, babea y llora. La bilis le quema aún más. Otro golpe. El clavo se ha hundido por completo. El martillo ha golpeado el pie, rompiendo las cuñas y el escafoides. Ella no lo sabe pero grita, gime y llora. El martillo choca contra el suelo. No es capaz de respirar. Empieza a sentir ansiedad, quiere desaparecer, que todo acabe. La cabeza queda sujeta entre dos manos. "Tienes lo que te mereces. No te has respetado ni a ti ni a los demás; no tenias derecho a quitar de en medio lo que no te pertenecía. Jugaste con la vida y ahora ella juega contigo. Quieres morir, pero lo que llevabas dentro, no. Este es el premio por tus errores". La cabeza choca contra la mesa. Una puerta se cierra. Silencio. Oscuridad. Desmayo. Limbo.


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